POR:Mónica Flores|ILUSTRACIÓN:Blenda
Dos expertos mexicanos del ININ explican las lecciones de Chernóbil

La energía nuclear es una de las tecnologías más controversiales en la historia moderna, a pesar de ser una de las más limpias. Chernóbil (Ucrania, 1986), el peor y más importante accidente en una planta nuclear, es el referente para todo el mundo de lo que no debe ni puede volver a suceder.

La Organización Mundial de la Salud publicó, en 2005, un reporte en el que se calculó que 4,000 de las 600,000 personas afectadas, ya fallecieron o fallecerán por causas asociadas a la radiación nuclear. También afirmó en ese informe que “la confusión acerca del impacto real se ha creado porque miles de personas de las zonas afectadas ya han muerto por causas naturales”.

¿Qué fue lo que sucedió?

El doctor Armando Gómez Torres, del Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares (ININ) explica que el accidente de Chernóbil fue una suma catastrófica de irregularidades que hoy serían, afortunadamente, imposibles de repetirse. Por un lado, la planta no estaba construida con los requerimientos de seguridad que ahora son obligatorios y, por otro, se violaron irresponsablemente distintos protocolos, con las consecuencias que conocemos. “Un reactor nuclear siempre se debe construir con sistemas de seguridad redundantes. Tiene una contención primaria, una contención secundaria y varios sistemas automáticos de seguridad que entran en funcionamiento en cualquier operación anormal de la planta.

Para adentrarnos en el contexto histórico de este accidente, debemos remontarnos a la época de la Guerra Fría y, en particular, a la carrera armamentista entre la ex Unión Soviética y los Estados Unidos. En la antigua URSS, se construían muy rápidamente plantas nucleares con objeto de generar electricidad, pero, sobre todo, para obtener plutonio (contenido en el combustible nuclear gastado) y fabricar con éste bombas atómicas. Por lo mismo, éstas carecían de una contención primaria (que es una pared muy gruesa que contiene al reactor, la vasija del reactor)”, afirma Gómez Torres. Esa fue la primera aportación para la catástrofe.

La segunda y desafortunada decisión

Los responsables de la central nuclear de Chernóbil iban a apagar la planta para hacer mantenimiento rutinario. “Quisieron aprovechar ese momento para realizar un experimento en el reactor nuclear, cosa que no se debe hacer: para eso hay reactores experimentales u otras instalaciones dedicadas a tales prácticas. No puedes experimentar en un reactor de potencia. En palabras simples, ellos querían ver cuánto aguantaba el impulso de la turbina cuando se desacoplaba de la línea de vapor. Para llevar a cabo el experimento, desactivaron los sistemas que normalmente hubieran detectado inestabilidades y que en automático hubieran apagado el reactor. Debido a cuestiones técnicas, complejas de explicar, la potencia tuvo un pico no monitoreado. El agua usada para refrigerar empezó a hervir”.

“Lo que realmente pasó en Chernóbil no fue una explosión nuclear: el reactor no explotó como una bomba. Fue una explosión de vapor, como si tuviéramos una olla exprés a la que se le tapa la válvula. Vino una producción de vapor muy grande y reventó la vasija donde estaba contenido el núcleo del reactor”. Gómez Torres agrega: “Si Chernóbil hubiera tenido contención primaria, entonces el reactor muy probablemente se hubiera fundido, pero nunca habría liberado una nube radiactiva… porque la tapa de la vasija, al salir proyectada por la presión del vapor, no hubiera tenido la capacidad de romper la contención primaria. El reactor quedaría inservible, pero no habría escapado radiación alguna”.

El aprendizaje

Para el experto en seguridad nuclear, Javier Ortiz Villafuerte, investigador del ININ, “en este accidente en específico se notó que no se siguieron algunas de las prácticas y guías regulatorias y quedó demostrada la importancia de la buena cultura de la seguridad y temas críticos que deberían ser reexaminados posteriormente, como incrementar la automatización en el apagado del reactor para disminuir la dependencia de éste respecto a los operadores”.

Desde la tragedia de 1986, todos los reactores del mundo tienen que cumplir ciertas normas específicas de diseño, como, por ejemplo, tener contención primaria y secundaria. Y también se tomaron medidas “como un mejor entrenamiento de los operadores del reactor para disminuir la probabilidad de errores humanos, y el desarrollo de planes de manejo de accidentes severos para que los operadores del reactor tengan una guía a seguir en caso de un evento de este tipo”, afirma Ortiz Villafuerte.

El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) define el concepto de “defensa en profundidad” como las medidas de seguridad nuclear en múltiples niveles que se conciben y aplican con el fin de ofrecer protección a los trabajadores, el medio ambiente y el público en general. Los equipos se diseñan a prueba de fallas en su funcionamiento o manejo. Hay un seguimiento exhaustivo de dicho funcionamiento y se realizan pruebas regulares para detectar fallos en equipos o en procesos de operación. Se cuenta con sistemas redundantes y diversos mecanismos para controlar un posible daño al combustible y evitar emisiones radiactivas significativas. Se toman previsiones para confinar los efectos en caso de daño importante a la propia planta.

La Asociación Mundial Nuclear afirma que sólo ha habido tres accidentes graves de reactores nucleares en la historia de esta tecnología, en los más de 16,000 años-reactor acumulados que lleva en operación la energía nuclear comercial en los 33 países donde hay plantas de este tipo.

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