La industria de la aviación utiliza anualmente alrededor de 1,500 millones de barriles de combustible basado en queroseno. Ello representa algo así como el 2 por ciento de las emisiones de carbono del mundo. De acuerdo con reportes de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos, dichas emisiones, para 2020, podrían ser 70 por ciento mayores que las registradas en 2005, escenario que ha llevado a la industria a comprometerse con una reducción significativa de emisiones hacia 2050.
Hoy, los biocombustibles son una alternativa para lograrlo. Tradicionalmente, los biocombustibles basados en bacterias que digieren materia orgánica requieren de varios pasos para funcionar: entre ellos, separar la celulosa y la hemicelulosa de la lignina, añadir enzimas especiales para descomponerlas en azúcares y, finalmente, añadir bacterias para convertir el azúcar en combustible; este largo proceso lo encarece de modo considerable.
Un grupo de investigadores del Instituto Joint BioEnergy, en el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, ha trabajado por varios años para encontrar una alternativa más sencilla. Después de un intento fallido, estos científicos finalmente encontraron la respuesta en la bacteria Escherichia coli (E. Coli) modificada genéticamente, que produce enzimas tolerantes a los líquidos iónicos. Esta E. Coli modificada tiene la facultad de saltar pasos para la remoción de los líquidos iónicos.
El objetivo final en esta línea de investigación es lograr la producción de estos biocombustibles a bajo costo y que tengan un impacto sobresaliente en el medio ambiente, apoyando a la industria de la aviación para que cumpla los objetivos planteados.